Se cuentan muchas leyendas acaecidas aquella noche; un personaje mítico es la ‘Dama Piaget’, que logró mover un gran y pesado armario con el que bloqueó una brecha abierta por el enemigo y contuvo la entrada a la ciudad de los soldados, hasta que llegaron los refuerzos.
Pero la más famosa de todas es la de la señora Royaume, una matrona de armas que era la esposa del tesorero de la república ginebrina. Estaba cocinando un caldo de verdura cuando se enteró del asedio. Sin vacilar ni un segundo, la valerosa mujer cogió el caldero de sopa que estaba cocinando y lo arrojó hirviendo a un soldado enemigo que había logrado arrimar una escalera ante su casa intentando escalar por encima de los por aquellos entonces muros de la ciudad.
Fue lo que animó a los ginebrinos a luchar por su ciudad. Aquella señora y aquella marmita se convirtieron en símbolos de Ginebra y hoy en día, cada mes de diciembre las ollas aparecen en la Fiesta de la Escalada. Como no podía ser de otra forma en Suiza, aquella sopa de verdura que arrojó por las murallas se ha convertido en una olla de chocolate y verduras de mazapán. En todas las familias hay marmitas que se reparten, siempre según la tradición, por el más anciano y el más joven de cada familia y en su interior hay mazapanes y dulces. En el momento que se rompe la olla se pronuncia una frase que dice: «Que los enemigos de la república sean vencidos de la misma manera».
Continúan las fiestas durante una semana con desfiles, en los que se puede ver a la Sra. Royaume en forma de muñeco gigante, exhibiciones de armas antiguas, paseos medievales con trajes de época mientras la ciudad se inunda de puestos de mercadillos del mismo periodo y se tocan instrumentos antiguos. Ginebra se traslada durante esa semana al siglo XVII y muchos participan a esa fiesta. Finalmente, esta típica fiesta, que acaba en las puertas de la Catedral, se termina con un buen tazón de caldo y un buen vino caliente. En las calles de la ciudad vieja, señoras vestidas como ‘Madre Royame’ reparten a los transeúntes y turistas, deliciosos platos de sopa hirviendo, o vino caliente con canela y naranjas.
Los historiadores concuerdan en afirmar que ‘La Escalada’ es la única fiesta popular y profana que tiene Ginebra. Contrariamente a otros cantones, donde subsisten fiestas sincréticas, entre cristianismo y paganismo, el antiguo régimen calvinista, rígido y austero, prohibió siempre toda expresión de alegría y de fiestas. Es el único cantón donde no existen los carnavales. Por eso, la fiesta de la Escalada, es la sola ocasión, en que la expresión popular (valiéndose de una conmemoración patriótica), manifiesta la alegría de la vida, transformada en un jolgorio con disfraces y marmitas de chocolate que se rompen y se comen al ritmo de la música que hacen menos tristes las largas noches próximas al solsticio de invierno.
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