Meses después de entrar en la tumba de Tutankamón, George E.S.M. Herbert, conde de Carnarvon, murió de una enfermedad de causas desconocidas el 6 de abril de 1923. Carnarvon fue víctima de una neumonía bilateral, seguida de síntomas que incluían fatiga, dolor de cabeza, insuficiencia respiratoria, adenopatías... Otros miembros del equipo que participaron en la apertura de la tumba también murieron poco después, afectados de enfermedades no aclaradas.
El Dr. Dean estableció que fue una histoplasmosis, y no una misteriosa maldición de ultratumba o de hechicero, el asesino de egiptólogos y espeleólogos. Una histoplasmosis asociada a los excrementos de los murciélagos cavernícolas.
Sobre el guano seco de murciélago crece un hongo oportunista cuyas esporas son las verdaderas causantes de las misteriosas neumonías: Histoplasma capsulatum. La enfermedad, histoplasmosis, se contrae por inhalación de polvo que contenga esporas del hongo y cursa en forma de neumonías potencialmente letales; a través del torrente circulatorio, puede afectar también a otros órganos, como el hígado, y producir trastornos funcionales y metabólicos. La enfermedad se manifiesta con tos, dolor torácico, insuficiencia respiratoria, temblores y fatiga, es decir la misteriosa sintomatología que acompañó a lord Carnarvon hasta la muerte.
En su forma más leve, y más frecuente, la histoplasmosis es benigna e inmuniza al enfermo.
domingo, 24 de agosto de 2008
Tutankamón – Su Maldición
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