Las antiguas vasijas chinas empleadas para medir volúmenes de granos y vino se hacían de manera tal que, al sonar correctamente, aseguraban la exactitud de la medida.
Más que dimensiones los chinos daban a las vasijas forma y peso determinados y comprobaban la nota que debían producir al tocarlas. Toda desviación de la nota correcta revelaba una anomalía en las dimensiones adecuadas y un cambio en el volumen del recipiente.
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