Además de ser una autora de gran venta de literatura infantil, Astrid Lindgren fue también una creadora de opinión importante en Suecia. Contribuyó a un cambio de gobierno y a la enmienda de leyes.
Uno de sus argumentos era “que si se educa a los niños con violencia, existe la posibilidad de que utilicen la violencia cuando se hagan mayores y, si son personas con poder, eso puede ser muy peligroso”.
Este concepto llamó mucho la atención en Suecia y fue uno de los factores que motivaron el hecho de que Suecia fuera el primer país que prohibió pegar a los niños.
En España y otros países europeos
Solo algunos países, como Suecia (1979), Noruega (1987), Finlandia y Austria (1989), Chipre (1994), Dinamarca (1997), Latvia, y Croacia (1998), Alemania (2000) introdujeron en su legislación la prohibición del castigo físico en la familia.
Por regla general la aceptación social del castigo físico es un hecho. Pegar a los niños y niñas es una práctica socialmente aceptada en todos los niveles sociales. Esta aceptación social se refleja también en el lenguaje. Todos los idiomas tienen palabras como "zurra", o frases como "una torta a tiempo" o "un buen azote". En España, según un estudio del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, un 47% de los adultos asegura que pegar es imprescindible "algunas veces". Un 2% que conviven con sus hijos menores de 18 años cree que lo deben hacer "muchas veces".
Las madres pegan más a sus hijos que los padres, probablemente porque están más tiempo con ellos. Los más jóvenes, con edad comprendida entre los 18 y los 30 años, rechazan más el castigo físico que los mayores. Un 27,7% de los padres reconoce haber pegado a sus hijos en el último mes, a una media de 3 veces por mes, y el 2,7% reconoce haber propinado golpes fuertes. Cuanto mayor es el grado de autoritarismo de la persona, más justifica las distintas formas de violencia. En los demás países europeos, las cifras de incidencia y de aceptación son similares.
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